1 de Agosto 2017. Investigación geominera en Sierra Blanca (Marbella-Ojén). Aula museo de geologia Málaga

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1 de Agosto 2017. Investigación geominera en Sierra Blanca (Marbella-Ojén). Aula museo de geologia Málaga

Aprovechamos un inciso en el sofocante calor del verano bajo el amparo agradecido de un día encapotado, para emprender junto a los amigos del museo, una incursión en el corazón subterráneo de la Sierra Blanca para la exploración geominera de una de esas múltiples zonas de minas, todavía hoy día inexploradas, que buscaron con insistencia y mala fortuna casi ruinosa, venas y filoncillos de metales de plomo, hierro, flúor, antimonio y zinc. Estos pequeños agujeros y sus construcciones asociadas (muros, balates, lavaderos, paramentos de viviendas, etc..), muchos de ellos trabajados en el siglo XIX, salpican caprichosamente la Sierra Blanca en los rincones más agrestes del paisaje. Excavaciones y galerías irregulares de apenas unas decenas de metros en los mármoles dolomíticos compactos a veces bandeados, se mimetizan en el relieve y los promontorios de rocas. Galerías de minas que en determinados momentos del avance de la explotación interceptan cavidades naturales y ensanches majestuosos, grietas kársticas, y desarrollos de disolución con aforo de niveles freáticos colgados.

La alineación de Sierra Blanca en el triángulo entre las localidades de Istán-Ojén y Marbella, junto a su vecina Sierra de Mijas, configura un macizo karstificado, unidad hidrogeológica plegada y fracturada en su grueso montañoso que contiene rocas metamórficas carbonatadas tipo mármoles dolomíticos, anfibolitas y secuencias metapelíticas impuras, distribuidoras de un importante número de mineralizaciones de pequeña magnitud, pero de gran interés metalogénico. Las asociaciones metalogénicas más habituales por orden frecuencial en la roca de caja de los mármoles, son la de Fe, Pb-Zn-Ag-F-Sb, y Sb-As-Cu. Muchas de estas explotaciones, trabajadas con economías familiares de corto presupuesto de la época, comienzan a denunciarse tras la ley de Minas de 1825 que promulgó la Corona española en el reinado de Fernando VII y que dicta:  “R. D. de 4 de Julio de 1825, dando las reglas que deben observarse en la explotación y laboreo de minas; de que’ modo se adquiere su dominio; qué contribución se debe pagar y cuáles quedan reservadas á la real Hacienda, con lo demás que expresa”.

Dicho decreto produce un crecimiento positivo y un cambio sustancial en el panorama minero nacional; una liberalización regulada de las tierras y la aceleración de concesiones de minas a particulares y empresas – antes exclusividad y reserva del estado-, paralelamente a la demanda de materias primas que introduce una industria emergente aparentemente próspera del plomo, el hierro, el cobre, etc… Este episodio expansionista de nuestra industria minera genera un incremento o “fiebre” en la constitución de empresas mineras, especialmente a partir de 1868 (Legislación de Minas, Ley de Minas de Marzo 1868), siempre bajo el control de los inspectores de distrito del Cuerpo de Minas y las Jefaturas de Minas provinciales del Estado, cuya inspección y control marca el límite entre la legalidad y la ilegalidad de algunas de estas pequeñas prospecciones metalíferas.

El trabajo en estas minas de organización familiar y medios modestos, era penoso y miserable; polvo en suspensión, ruido, malas condiciones de ventilación, iluminación y seguridad, y avances lentos y poco mecanizados a golpe de barrena en rocas muy duras, con ritmos de avances de 1 metro a plena sección en casi dos semanas (aprox. 1.70m alto x 1.30 m ancho, variable en zonas de campanas según morfología de la roca y estructura), tornaban el trabajo agotador del minero, mal equipado y con calzado de alpargatas. El minero en ocasiones vivía en viviendas o chozos que se establecían en las inmediaciones, alternando su salario en la mina con el empleo en la metalurgia más primitiva a pie de mina, construyendo lavaderos modestos, pavas y boliches de fundición alimentados con carbón vegetal para el beneficio de metales. De tal ejemplo, nos quedan el Horno de plomo “los Tres Amigos” en Mina Buenavista de Marbella, los indicios metalúrgicos de Puerto Rico bajo, o las fundiciones de plomo-plata de los Llanos de la Plata e impresionante chimenea de las Mezquitas en Alhaurín de la Torre.

Es la labor de nuestro aula museo de geología, ante la desidia y el desconocimiento de la administración, la puesta en valor de estos puntos de interés geológico-minero mediante labores de reconocimiento minero, toma de datos e inventario por profesionales de la materia.

De gran insensatez es adentrarse en este mundo subterráneo misterioso y desconocido, sin equipamientos, ni la compañía de expertos profesionales en geología y mecánica de rocas, sin casco, luces paupérrimas ó botas inadecuadas homologadas, como suele verse en algunos videos locales que actualmente se cuelgan en la red.

La labor de investigación geológica-minera subterránea en nuestra región, es una labor no siempre reconocida y altruista, valedora de un reconocimiento de nuestros recursos geológicos y la historia de dichas empresas mineras, como parte de la riqueza patrimonial de las comarcas y poblaciones de nuestra provincia.

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